Elegir entre comprar y alquilar no es una cuestión de ideología. Es un cálculo sobre esfuerzo financiero, horizonte de permanencia y flexibilidad. En España, donde la cultura de la propiedad es fuerte, conviene mirar más allá de la cuota.
Como regla, la vivienda no debería superar el 30-35% de tus ingresos netos. En la compra, a la cuota hay que sumar comunidad, IBI, seguros y mantenimiento. En el alquiler, añade fianza, posibles revisiones y suministros. Compara a igualdad de superficie y zona.
Comprar implica entrada del 20% más impuestos y gastos de notaría y registro. Si piensas mudarte en menos de 5-7 años, la compra podría no amortizarse frente al alquiler, que tiene menores costes de entrada y salida.
Un tipo fijo da estabilidad. Un variable puede ser más barato al inicio, pero sensible a subidas. Simula diferentes escenarios de tipos y confirma que tu presupuesto resiste. Prioriza la tranquilidad si la cuota ajustada te deja con poco margen.
Si tu trabajo es móvil o la familia crecerá en breve, el alquiler aporta adaptabilidad sin costes de transacción elevados. Si buscas arraigo y estabilidad y el esfuerzo es cómodo, la compra puede sumar bienestar.
Usa una hoja comparativa con todas las partidas y revisa tu decisión cada año si las circunstancias cambian.